Pasaban las horas, los días... los ratos y
los mejores momentos, y yo no te veía. Pasaban las alegrías, las sonrisas y los
mejores tiempos y yo ya te perdía. Por mi corazón resbalaban tus caricias, tus
palabras por mi mente y, a la vez, mi desidia dibujaba cada uno de mis gestos.
Mis ausencias se hicieron rutina y las ganas, que vivían en el reino de la
ignorancia, no se hacían besos...
Me dediqué a perderte, a no verte... a dejar
que te fueras poco a poco. A ignorar tu sonrisa cuando me la ofrecías, a dormir
a tu lado sin soñar, a no tocar tus manos ni tu cara... A no pensar que tu
sufrías, que estabas, pero yo no...
Me dediqué a perderte, a no verte... a no oír
tus "buenos días", ni tus "te quiero". A dejar que mi
corazón navegara por lodos y ciénagas oscuras, olvidando que la luz en mi cama
dormía... A abandonar tus risas y tus aires...
Ni cuenta me daba de que no mirabas cómo tú
mirabas. Y que no hablabas ni contabas tus mundos y los míos... que dormías sin
soñar, que morías...
Dediqué mis vidas a desoír tu alma, a
prescindir de tus espacios, de tus cuentos...
Y ya no pude detenerte pues mirabas
diferente.
Mirabas... Diferente.
Asolada mi alma, te pido los besos que
ignoré, las sonrisas que no devolví, las caricias que olvidé, los sueños que no
usé y no gasté... tus cuentos y tu aliento...
Me dediqué a perderte, a no verte...
Nos vemos y nos leemos pronto