martes, 30 de julio de 2013

A DESTIEMPO



El mes de Julio está acabando y yo he escrito muy poco. No ha sido por falta de tiempo, que he tenido mucho, sino más bien por abuso del destiempo. Todo o casi todo ha venido a destiempo. 
Vino el calor cuando ya pensábamos que no vendría, pues notamos su falta hasta bien entrado Junio. Y vino tranquilo, lento, entrando poco a poco en nuestras casas y en nuestras vidas... sin asustarnos. Ese calor que nos trajo la alegría del relajo y la inherente sonrisa que conlleva el descanso.
Llegó el calor a destiempo.







A destiempo, y sin tiempo, un hombre, por un despiste, no logra hacerse con la máquina del tren que conduce y eso provoca un accidente con setenta y nueve vidas truncadas. Ese tiempo, que ahora, ese hombre quiere recuperar para rectificar su error, nunca llegará, pues a destiempo un descuido no se enmienda.
Y un ladrón entra en la cárcel después de colmar sus arcas con dineros que no eran suyos, y de llenar los bolsillos de propios y no de ajenos. Y se le retiene, y se le interroga, y se le amenaza... pero solo cuenta lo que quiere, pues poco tiene que perder, aparte de su dinero robado. A destiempo en la cárcel ese ladrón pasa su tiempo.
Con poco tiempo, muy poco, un Señor Presidente, nos deja colgados y pendientes de una Señora nueva. Nos dice que es la nueva Presidenta, que él se va... pues ha pensado que puede hacer mucho daño a la Autonomía si lo implican en casos que la justicia tiene pendientes. Cree que es mejor marcharse, huir fuera de tiempo... totalmente a destiempo.

...

Con este matiz, casi ha pasado el mes de Julio, dejándonos a todos más tristes, más escépticos y menos sorprendidos.
Menos mal que nos queda la esperanza de llenar las horas con trabajo, la alegría de ver a nuestros hijos sonreír, la felicidad de vivir experiencias con los amigos, la tranquilidad de saborear lo que nos cuentan nuestros padres y abuelos, la dicha de leer un buen libro, de beber una copa de vino, de reír, de amar... de vivir... Todo eso nunca pasa a destiempo.


Nos vemos y nos leemos pronto


 

jueves, 18 de julio de 2013

MI MEDITERRÁNEO


De nuevo en mi embarcadero, con el ancla clavada en la arena y la satisfacción que da mirar desde la orilla el horizonte para soñar otros descansos, otros viajes. Julio, a mi casa, siempre trae de regalo una tregua, que aunque corta es muy satisfactoria y reconfortante. Es un obsequio que nos hacemos pues pensamos que, de merecer algo, merecemos estar juntos, como siempre, pero también como nunca.

Este año hemos repetido. Hemos viajado de nuevo donde las lentas olas hacen remanso en el alma. Donde el mar se siente agua pues, transparente, nos cuenta la vida que entraña, que posee. Ese mar que conocemos desde siempre y que nos recibe como él tiene costumbre, con los brazos abiertos. Y esa arena que no lo es, pues no se ha roto tantas veces para serlo, pero redonda y amable no agrede nuestro cuerpo cuando la pisamos. Ese lugar en el que las buganvillas se hacen dueñas de los colores y los aromas que tiene el Mediterráneo y donde las palmeras, extranjeras, reviven el trópico en las calles y las plazas.  
Un lugar donde las gentes saludan las mañanas y las tardes, donde preguntan si has descansado y si te gusta lo que tu vista abarca cuando te levantas. Donde el momento anida en ti y lo disfrutas con deleite y sin término...

Hasta allí hemos viajado este verano, para traer a nuestra casa, de nuevo, los pies frescos y descalzos, la sal pegada a la piel, los ojos llenos de azul y la mente reconciliada con el corazón. 

Volveremos... otro Julio...otro verano.


sábado, 6 de julio de 2013

TANGERINES


Mi maleta de cabina gris con sus ruedas turquesa, no rodaba bien por aquella superficie rota y quebrada que tenía el suelo de aquel puerto que en tiempos fue glamuroso y famoso. Yo la levantaba e intentaba saltar todos los obstáculos que le impedían circular con el donaire que da la Sansonite, pero era inútil, no respondía... se atoraba. Cansada ya de tanto tropezón me asomo a sus bajos: y compruebo estupefacta que la cabeza gorda de una sardina de ojos saltones se ha pegado con ganas y escamas a la rueda derecha de mí magnífica maleta... (Asco y más asco). ¡Comenzábamos bien!
África nos daba la bienvenida como corresponde: calor y mucho color. Desde la cubierta del ferry que nos cruzó ese río ancho que nos separa del gran continente, se divisaba la Medina: una amalgama de casas blancas sin tejados que formaban un ordenado caos urbanístico y que subrayaban el azul que tiene el cielo por esos lares.  Con la mirada perdida ante lo desconocido buscábamos un taxi, o dos, pues éramos seis y necesitábamos llegar a nuestros respectivos hoteles. Viajábamos juntos, pero dormíamos separados, cada pareja en un hotel... ¡cosas que tiene la improvisación tardía! Se acercaron varios taxistas y ofertaron sus coches con ahínco. Al final todos juntos en un taxi. Cuatro detrás y dos delante con el chófer. Las maletas todas juntas en ese gran maletero del Mercedes 240D de color indefinidamente beige . La salida del puerto a treinta metros. La primera parada para el primer hotel a otros treinta metros. El taxista nos dijo, en un idioma que quería ser español: "por ahí hotel, taxi no entra ahí", y nos señaló un callejón largo y oscuro.
  Delante del primer arco que nos indicaba la entrada a ese laberinto llamado Medina, Mijota y yo preguntándonos donde estaría nuestro maravilloso Riad. Caminamos tres pasos, y junto a nosotros un solícito muchacho nos dice que por la humilde cantidad de un euro, nos llevaba al hotel. Le decimos que sí, que nos lleve... caminamos cinco pasos más y ya estábamos en la puerta del hotel. Un euro por  cinco pasos, ¡buen negocio! Las dos siguientes paradas del taxi fueron parecidas a la primera. La única diferencia: la distancia, los otros dos hoteles estaban unos cientos de metros más lejos. 

Disfrutamos al día siguiente de la ciudad; de su Medina, de sus comercios, de su Gran Zoco, de los regateos con los tangerinos, de sus balcones al mar, de sus comidas vacías de vino y cerveza pero repletas de exquisitas viandas... en una palabra disfrutamos de Tánger. Como es una ciudad pequeña la visitamos rápido, así que decidimos ir de excursión a un pequeño pueblo cercano llamado Asilah. Para ir hasta allí, pensamos de nuevo en un taxi. Pero esta vez tomaríamos uno grande, familiar, donde cupiésemos los seis y que tuviera aire acondicionado... ¡qué ilusos! En Tánger hay dos tipos de taxis: el Mercedes, antes mencionado... y el Mercedes. Luego hay otro pequeñito azul que no se sabía muy bien de que marca era, pero parecía un Panda antiguo.
Así que después de acordar el precio, con el consabido y delirante regateo, nos subimos tres en un taxi y los otros tres en otro. Esta vez los chóferes nos aseguraron que llevaban aire acondicionado.
Recorrimos las interminables avenidas del Tánger moderno; el calor se hacía pesado dentro del coche. Pedimos al taxista que pusiera el aire, y nos dice que no se puede poner hasta que no salgamos de la ciudad. Quisimos bajar las ventanillas pero no pudimos. No había botones para ello ni tampoco manivelas para bajarlas a mano. Acatamos las normas y aguantamos el calor. Cada vez más denso el aire del coche repetimos la petición, y nos comenta el tangerino que en el próximo semáforo tendremos aire acondicionado ¡Qué raro era todo!... Llegó el bendito semáforo, y el taxista se baja del Mercedes, se dirige a nuestro taxi compañero, y habla unas palabras con el conductor. Al momento aparece con la manivela de las ventanillas traseras en la mano, y nos indica que eso era: "para bajar ventanillas". Ya, eso lo sabíamos, ¿pero y el aire?, “eso es el aire, es para el aire”, nos contesta…¿Qué más queríamos? ¡Ya teníamos nuestro aire acondicionado anhelado! y bajamos las ventanillas y disfrutamos del viento fresco del litoral que nos acompaño durante todo el camino. 

¡Asilah maravilloso! Un pueblo blanco y azul con callejones estrechos y arcos en las ventanas. Y sombras preciosas que hace la arquitectura en las fachadas de las casas colindantes. Mujeres veladas dibujando flores en los tobillos de los visitantes y tiendas de artesanos cueros. Playas largas y amarillas vacías de veraneantes y sombrillas, solo habitadas por niños descalzos, que al sol, jugaban al fútbol. Una paz asombrosa habitaba en todo el pueblo.

Volvimos a Tánger sufriendo algún que otro despropósito, pero poco digno de mención.
La manivela, de nuestro Aire Acondicionado, duerme como recuerdo en un cajón de una de nuestras casas. Nos quedamos con ella por si alguna vez volvemos. Y seguro que volveremos pues lo vivido allí fue Especial, como es Tánger, como es África.
Nos vemos y nos leemos pronto.




miércoles, 3 de julio de 2013

UN TRES DE JULIO




Las horquillas ya estaban colocadas… sujetaban un moño que yo nunca hubiera elegido para mí, pero que me sentaba realmente bien. Las flores, totalmente blancas, estaban dispuestas de tal forma que  marcaban un antes y un después en esa raya interminable que dividía mi pelo en dos partes totalmente simétricas.  De esta forma mis ojos grandes, parecían aun  mas grandes; y mis labios, pequeños, se veían bonitos en el centro de mi cara. Un poco de maquillaje… poco, muy poco. Colorete en tonos melocotón… y brillito en los labios, mucho brillito, que pareciera que me había comido un bote de mermelada transparente. Ah! Y los ojos con un leve tono ahumado tirando a gris gato, y además un poquito de máscara de pestañas,” solo un poquito”, decía la maquilladora, “es tan joven”. Y es verdad que era muy joven, apenas 22 años. Y allí estaba yo, con mis 22 años dejándome hacer. Dejando que me disfrazaran de novia Maravillosa, de novia Linda, de novia Inocente, de novia Feliz, de novia que todo lo Estrenaba…
Antes de todo esto, había pasado por la liturgia del arreglo del cuerpo, es decir, baños de vapor, para que los poros se abrieran. A continuación baño en agua helada para que los  poros se cerraran, (que no entendía yo, tanto abrir y cerrar de poros). Baño en aceites esenciales, con masaje incluido… y a continuación las cremas: que si las hidratantes, que si las nutritivas, que si las tensoras… las reafirmantes, las revitalizantes… En fin que yo llegue a pensar que Él no me iba a reconocer. Que a base de tantas cremas, iba a parecer una niña de 12 años. Ah!, y se me olvidaba, “la rutina básica” (Por favor, esto leedlo con acento Bonaerense):” beber agua, mucha agua, descansar, hacer ejercicio físico, evitar el sigarrillo y la exposición solar, y llevar una dieta BALANSEADA”. Así lo contaba mi preparadora de Enlace, Julia Claudia. Así se llamaba la susodicha, y a partir de ahora, si ustedes me lo permiten,  me referiré a ella con las siglas sin puntos: JC, pues su nombre, como su persona fueron muyyyyy largossss y tediososss, o por lo menos a mí me lo parecieron en esa época.
Ya estaba todo mi cuerpo arregladito, muy arregladito. Aunque la verdad, con 22 años no había que esmerarse mucho, ya que a esa edad, la juventud está en cada sonrisa, en cada mirada, en cada golpe de melena para presumir… esta en Ti, y va Contigo. Y por eso cuento que el mérito era más bien de mis genes y de mi juventud.
Y ahora el VESTIDO… Alucinante vestido, que me trajo por la calle de la Amargura durante casi un año:
-Que yo me caso de corto…
-Como?... tú te casas de Largo y como Dios manda
-Que me quiero casar de rojo, que es mi color preferido
-Queeeee?... tú te casas de Blanco, como Dios manda
-Que yo no quiero velo que a Él no le gusta
-Que has dicho?... Y quien es Él para opinar aquí, te casas con velo, como Dios manda
-Que no quiero volantes…
-Que con Volantes…
-Que no quiero ni puntillas de valencié… ni de chantilly…
-Que llevarás Valencié y Chantilly
-Que no quiero ni rasos ni organzas…
-Con  Rasos y Organzas… Así será.
Y así paso, que cuando el vestido estuvo terminado era el Taj Mahal en tela de raso, las cataratas Victoria en tela de organza y nada tenía que envidiarle mi vestido, en calados, al  Rosetón de la catedral de León. Era espectacular, y no me refiero a que era maravilloso, solo era eso, ESPECTACULAR. Y a mí se me veía chiquitita dentro del vestidito. Mi madre lo eligió, pensando supongo, que iba  a ser el mejor vestido de novia de la historia. Por eso lo acepte, porque ella lo eligió para MÍ, para su “preciosa hija”, como ella decía. Pero nunca me llegó a gustar.
Y me puse el vestido, el divino, maravilloso, lindo y magnífico vestido. Y yo mirándome en aquel enorme espejo, me veía bajita, gordita y sobre todo chiquitita dentro del dichoso vestido.
Y me pusieron todos los alfileres. Me abrocharon todos los botones (pobre de Él cuando tuvo que desabrocharlos!!!). Me rociaron con todos los perfumes. Me perfilaron todos los perfiles. Me besaron todas y todos los titos y titas. Me gritaron y cantaron los primos y las primas. Me lloraron de emoción mis Abuelas. (ellos, mis Abuelos, no estaban ya conmigo, pero sí que estaban). Y me arreglaban y arreglaban, y me colocaban por aquí y por allá… Unos traían “lo viejo”. Otros me regalaron “lo nuevo”, y mis hermanas, como nadie traía “lo azul”, cortaron unos lazos de un viejo camisón, y me los metieron dentro del corsé. Y yo… yo solo repetía: ¿Y el ramo?, ¿Alguien sabe dónde está el ramo?... Y nadie contestaba. Todo seguía su curso.
Muchos nervios, mucha gente, mucha emoción, pero yo no tenía ramo… Y me temía lo peor, porque el ramo era lo único que yo había elegido. Después de muchas discusiones, de muchas aclaraciones, de muchas divagaciones, pude convencer a mi madre para que me dejara elegir mi ramo de novia. Y aceptó, pero tenía que elegirlo en la floristería que ella había dispuesto para tal motivo.
Y allí fuimos Él y yo y nos encontramos con la florista mas “divina” de las floristas terrenales, pues en el cielo seguro que las hay mejores, pero aquí en este mundo, os aseguro que no. – “Porque, OSEAAAA, las ROOOSAAAASSSS Chantillyyy  son las que debe llevar una nOOOviAAAA”.- Déjate de vulgaridades… las petunias, las gardenias, las calas, las peonias, las orquídeas… Toooodasssss , tOOOOdaaaas VulgareeeeeeSSSS!!!. Las novias como tú deben llevar RooOOOSAAAAAASSSS de CHantilllYYYY, OSEA: rosas de chantilly!!!
De todas las flores que nombró yo apenas conocía la mitad, y no hablemos del nombre de cada una de ellas. Yo solo quería un simple ramo precioso de MARGARITAAAASSSS. Si de esas flores con las que dices desojándolas: “me quiere… no me quiere…”, de esas que tienen el centro amarillo y los pétalos blancos, y con su rabito verde, para poder sujetarlas perfectamente cuando me dirigiera al altar. Yo quería que mi ramo fuera un poco como yo, “sencillo y normal”, que supiera cómo se llamaban las flores que llevaba y que supiera cual era su aspecto. Pero Doña Divina, insistía e insistía en sus flores maravillosas, y denostaba cualquiera de mis propuestas… Así, que encargue un ramo de flores de nombre raro y francés, carisiiiiimooooo, que tenía que venir del mismísimo Paris.
Me lo llevarían a casa el día del enlace.
Cuando salimos de la floristería, Él, me miro preocupado y me dijo: ¿por qué has elegido un ramo que no te gustaba? – Y yo que sé, le contesté. Doña Divina estaba muy pesada con las rosas, y ya me estaba aburriendo con tanto OOOOSssseeeaaaa… Y que más da, yo solo quiero estar contigo, que más dan las rosas que las margaritas… “
Pero el día del enlace estaba allí y el dichoso ramo no llegaba. Ya se había pasado la hora de salida para la iglesia cuando de pronto una estupenda voz, una voz cristalina y melodiosa… con un acento de tango antiguo subía las escaleras gritando: ¡CHAA EXTAH!... ¡CHAA VFINOOO!... ¡CHEEEGOOO POR FIN!... ¡MENOS MAL QUE ES DIVINO EL JODÍO!... Lo que se ha hecho esperar. Creía que no chegaría nunca!... Grasiasss al sielo que vino si no vuestrra madrrrre la cargaba conmigo… y es que hubo una confusión, y lo chevfaron a otro lugar… pero cha está aquí por FINNNNN.
Era JCsinpuntos… y a mí me dejo sentada y sin habla al borde de mi cama, casi al filo de las lágrimas… pues allí, delante de mí estaba el RAMO de novia, el de las maravillosas rosas. Y la verdad que no era feo, pero no era el ramo que yo hubiera preparado para mi boda…“PARATEEEE, MIJAAAA, que no chegamosssss, que se nos hiso tarde por culpa del ramitoooo de marras”, gritaba JC…
Me levante lentamente, (que no me paré, que aquí nos levantamos), y me dispuse a bajar los escalones que separaban mi habitación del salón; y allí, sonriente estaba mi padre, mirándome como sí nunca me hubiera visto, orgulloso y emocionado. Y él, con su emoción y su admiración, me devolvió la sonrisa. Sonrisa me que duró toda la tarde y toda la noche y que rehago cada vez que recuerdo ese momento.
Y de la mano fuimos hasta ese coche, adornado para la ocasión, que nos llevo al lugar del enlace. Allí, sonriente y nervioso, estaba Él. Porque Él me espero y me beso cuando me baje del coche. Que no me aguardó en el altar, por que ni Él ni yo, sabíamos el protocolo, y por lo tanto nos saludamos como cualquier tarde que quedábamos para salir. -¿Cómo estás Cora?..., pues ya ves, nervioso esperándote. ¿Vamos?- me preguntó, - si, vamos…
Y eso fue todo, de lo demás apenas si me acuerdo. Nos hablaba el cura, tosía la gente, lloraba algún niño, me sonreían mis tíos, mi abuela lloraba… en fin lo normal que ocurre en las bodas. Pero el momento que sí recuerdo fue el de los votos… el cura preguntaba a Él:
-Y tú Él nosequé y nosecuantos quieres a ELLA Por esposa… para lo bueno y…
El cura no pudo seguir con toda la liturgia pertinente, pues Él lo calló y dijo: YO SI QUE QUIERO… y seguro que ELLA también. Y en ese momento yo dije: SI, YO TAMBIÉN QUIERO. Y esos fueron nuestros votos, pues el cura reía sin parar y los asistentes lo hacían igualmente.
Y terminó la ceremonia con arroz, con confetis, con besos, con enhorabuenas… Y felices.

Nos vemos y nos leemos pronto.



LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...