sábado, 29 de junio de 2013

UN VIAJE

Comenzó el viaje con una cerveza en cubierta, despidiéndonos con muchas risas de D. Cristóbal que nos decía adiós desde su atalaya.
El Barco, grandioso, enfiló hacia la bocana del puerto, y salió despacio, con disimulo, pues no quería dar envidia a los que llevaban mucho tiempo anclados. Al rato: el ancho mar. Al fondo un horizonte borroso y azul que definía, sin silueta, el cielo del profundo mar. La noche nos visitó pronto y lleno de estrellas todos y cada uno de los rincones que la vista alcanzaba. Con risas nuevas y una copa de cava nos fuimos a disfrutar de nuestras respectivas camas. Al amanecer, en puerto anclados: Livorno. Desde aquí nos llevaban a Firenze. El paseo hasta la bella ciudad repleto de viñedos vacíos, pues la vendimia había tenido lugar. Hileras de cepas viejas y retorcidas llenaban el paisaje. De vez en cuando un ciprés que interrumpía a lo largo un paisaje llano; en silencio, estilizado y oscuro, nos recordaba de donde veníamos. La ciudad la divisamos, espléndida, desde arriba. No podía tener mejor entrada la suntuosa urbe italiana: al fondo la cúpula del Duomo, que soberbia, daba toda la majestuosidad que la ciudad requería. Il Campanille apoyaba dicha afirmación. 
No sé a qué darle preferencia en cuanto a su belleza, si a sus calles estrechas, a su Museo al aire libre, a su Duomo e Il Campanille, a El Baptisterio, a su Mercado de la Paja, a la piazza de la Segnoría, a la iglesia de la Santa Croce, a los cafés pequeñitos, a las tiendas de bolsos, a las gentes elegantes... o al fabuloso Ponte Vecchio. Un puente que cruza el río Arno y que tiene vida propia con ese ir y venir de personas a las tiendas que llenan su calzada. Joyerías con brillantes escaparates llenos de esmeraldas y diamantes engarzados en anillos al gusto de lo italiano; tiendas de cueros y pieles trabajadas en colores insospechados y bolsos de diseños elaborados con el glamour y elegancia de las divas. Pequeñas tiendas de souvenirs, que no parecen de tal, para que así el foráneo se sienta como en su casa y compre sus recuerdos con elegancia italiana.... En fin, un puente saturado de vida y color que hace que los que lo visitamos nos veamos rodeados de ese trajín que lo llena.

En el centro de uno de los laterales del puente, una reja que protege la estatua de Benbenuto Cellini, escultor, escritor y orfebre florentino del Renacimiento. Desde lejos una amalgama de metal dorado se entremezcla con las lanzas de la reja. Negro y amarillo que tus ojos no comprenden. Y te acercas con curiosidad para al final descubrir que son candados. Cerrojos con nombres escritos en sus laterales. "Anna y Carlo"... "Luca & Lora"

...Nombres de amantes antiguos y nuevos, de amores de siempre y amores recientes. Candan su amor a la reja y luego arrojan la llave al Arno, así durara para siempre, cuenta la leyenda de ese puente esclavo de amores. Si lo visitáis ahora, esos candados ya no existen. Han borrado a golpe de cizalla cientos de historias de amores y desamores que colgaban de esa reja cerrada. Y no ha sido por los cerrojos, si no por las llaves que los amantes lanzaban al río famoso y que estaban envenenando sus aguas con los óxidos que expelían.
Dos años mas tarde visité de nuevo el puente, y llevaba mi candado para colgarlo en la reja pero no pude. Nos lo trajimos de vuelta en el corazón esclavo.
El viaje tuvo muchas más visitas gloriosas, y muchos momentos especiales... Hoy he contando una de las cosas más curiosas, que no la más significativa, que nos encontramos en nuestro periplo por el Mediterráneo.
La vida de vez en cuando te hace regalos. A veces te regala tiempo... otras te obsequia con fabuloso cariño... otras trae alegría y satisfacción... A mí me regalaron un viaje con todos esos ingredientes. 
Gracias Pam
Nos vemos y nos leemos pronto








miércoles, 26 de junio de 2013

CUERDA DE PRESOS


CUERDA DE PRESOS. www.theathenaeum.org
Son cinco, solo cinco, los que atados a la cuerda van embocando la calle que a la cárcel los lleva. Tricornios llevan dos, son suficientes. Ninguno piensa escaparse. Hace frío de marzo húmedo, ese que tardío va llenando las aceras y las calles de escarcha en la madrugada. La plaza se queda atrás, y la calle se ve larga... tan larga como la pena de perder la libertad. "El Lero" con su calañés de faena calado hasta las orejas  sabe el camino. Va despacio con la cabeza agachada, no quiere mirar al frente. Sus pies se van arrastrando por el piso de la calle y el agua los va mojando, pues ha llovido esta tarde, y cansino se sujeta del banquero que tampoco levanta la vista pues con vergüenza de rico no quiere que le descubran atado a esa infame cuerda. El financiero lleva puesto un bombín y un buen abrigo, pero no el de los domingos. Su abogado, en la Real Chancillería, se lo ha llevado por encargo ex profeso de su caprichosa esposa. Por ella se ve en el trance de ir amarrado a esa  cuerda. El sombrero bien calado y la cara escondida en el cuello del abrigo, las manos en los bolsillos y la mirada borrada.
El más joven va el primero. El chavea no tiene ningún problema para mirar con valentía aquello que no conoce; va junto al cabo Cabrera y comenta con la inconsciencia que da la ignorancia de la juventud: el frío que hace en la plaza. En su mochila una muda, y un bocadillo de atún.
Y ya al final de la cuerda, custodiados por el sargento Quintana, los primos Heredia: Miguel y Manuel. Miguel lleva su sombrero de jinete, pues lo han pillado paseando por el Paseo de Salón con un corcel de caireles coronado y crines de blanco marfil. Y a Manuel le han roto un brazo en el interrogatorio. Me mira desafiante. No me dice nada pero con sus penetrantes ojos me pregunta: ¿porque tú estás ahí y yo estoy atrapado en esta cuerda?. Junto a Quintana, La Toñi, con su niño en brazos, que intenta camelarse al sargento para que la deje hablar con Miguel, con su Miguel. Y al fondo, espectadores que como yo, miran como se llevan a los presos a la cárcel. No tienen piedad y la misericordia la dejaron olvidada en el salón de su acogedora casa; en sus rostros solo curiosidad  y  censura que los protege de lo escandaloso y bochornoso.
La calle sigue brillante de luces de escaparates y farolas encendidas. El suelo sigue mojado pues ha llovido esta tarde. La noche asoma su pena a la calle de la cárcel.

Con este cuadro el pintor, granadíno, José María López Mezquita recibió la Medalla de Oro en la Exposición Nacional de Bellas Artes en 1901. Ahora mismo, este cuadro se puede contemplar en el Museo Reina Sofía.


Nos vemos y nos leemos pronto





domingo, 23 de junio de 2013

GRANADA

Llega Septiembre y, engalanada, mi ciudad sabe a acerolas, maoletas y azufaifas. La Virgen se asoma a la Carrera y la pasea despacito, con el tiento de Patrona y Reina del viejo reino.
www.porlascallesdegranada.blogspot.com
Y llega abril o marzo y el Domingo, ese que llaman de Ramos, la Gran vía recupera olores y sabores romanos con helados de natas alucinantes y horchatas de las más finas chufas. 
Cuando febrero, el más loco, hace su aparición en Reyes Católicos el sabor a cuajada de carnaval llega de pronto; con sus recortes de mantecados y su canelita en polvo por encima, que en "López Mezquita" perfuman con azahar. 
Y es en mayo cuando las cruces inundan las calles de claveles coloraos y las habas con salaíllas dan sabor al paisanaje; y vestidos de volantes y flores en el escote y sevillanas prestadas se bailan por los rincones. 
Ya es verano, mayo finalizando y junio en sus albores: la terraza del "Cunini" huele a ensaladilla y Corpus. Señores y sus Señoras con trajes de alegres colores festejan a la "Tarasca"; vienen todos de leer las Quintillas de la plaza. 
commons.wikimedia.org
Con ese frío de enero, mi ciudad en  Plaza Bib Rambla, sabe a churros con chocolate, ese que quema y humea, ese tan dulce y tan negro que pinta los bigotes a los niños y a las niñas que meriendan en los bares de la ya citada plaza.
Subiendo por Zacatín inunda un olor la vía. Son rosetas, blancas y olorosas rosetas, que hacen la boca agua a cualquiera que pasea por esta calle tan larga. Los niños y los no tan niños cogen los cartuchos con una mano, y con la otra se las comen una a una para hacer largo el placer de ese paseo.
Despacio, paseando, un señor con puro en ristre entra en "las Castañeda" y pide con la seguridad que da el conocimiento: "un Vermut". Espera. Le sirven una caña de vermut casero a granel de un tonelito que, ex profeso, tienen para estos menesteres, y en la cara de la barra el camarero, anota con una tiza la cuantía del bebedizo. En verano y en invierno, Plaza Nueva, sabe al vermut de "las Bodegas". 
Para "los Santos", mi ciudad, sabe a castañas calentitas de Puerta Real. Y a crisantemos blancos y amarillos que suben a tropel en "el trece" al cementerio. Y también huele al sol mortecino que en noviembre calienta la fachada del Suizo y revienta las granadas del árbol que hace Real a la Puerta de la Plaza.
www.laalacenadelasideas.blogspot.com
Sabe "las Pasiegas" a Semana Santa , a incienso y Señoras arregladas en palco sentadas, esperando, para ver a las Vírgenes atavíadas con sus mejores galas y estrenando andas plateadas. Y a "perdices" con sal y pimienta que el chavea de las garrapiñadas   vende los jueves y viernes Santos en los alrededores de la plaza.
Sabe la Carrera de Darro a higos verdes de las higueras del río. Y a paseantes foráneos que mirando a las alturas anhelantes, se ilustran  sin querer en la calle.  
Mi ciudad, como otras muchas, tiene aromas añorados y sabores singulares; ella es así, Especial, Única; en ella todo es posible: A ella la llaman, GRANADA.

Esta entrada la quiero dedicar a todos los que estáis fuera de Granada y la añoráis tanto.

Nos vemos y nos leemos pronto.





viernes, 21 de junio de 2013

"EL DÍA MENOS PENSADO"


Y llegó ese día, "El día menos pensado". Ese en que el amanecer anunció una tormenta de luz y no de agua; un día que no era cualquier día; el día en el que un vestido de blanco marfil te esperaba luminoso en el salón; un día que por llegar llegó despacio, dejando que la noche se conjugara con la luna e hicieran estrellas diferentes. Un día que se auguraba solemne, pero que nunca lo fue pues era: "El día menos pensado". Tú lo elegiste en el calendario, y preparaste todos los detalles. No sabías que ese era el día y, por eso, no tuvo un escenario mejor. Tanto ruido, tanto alboroto, tanto por hacer y deshacer en ese día, que no era el mejor de los días. Sin embargo, con la mirada pintada de verde y las mejillas alborotadas, te calzaste los zapatos que no correspondían, esos que con aquel traje blanco nunca te pondrías, pero que te pusiste. Y corriste por el pasillo después de que una mano tremenda e ingrata te dejara marcada una huella indeleble en la cara. La última, esa fue la última huella que esa mano incompetente dejaría en tu cuerpo. Y te perdiste en ese mar de lágrimas negras que caían veloces por tu cara maquillada. 
Tu corazón se quedó allí en aquel salón preparado para recibirte y recibirlo, para hacer sacramento del amor. Pero no pasó, no llegó la celebración. 
Desapareciste.
Olvidaste el miedo y ganaste sueños.Volaste las calles, bebiste su aire y su independencia, dejaste el miedo y la sumisión. Sentiste la libertad en tu cara borrosa de lágrimas negras. 
Y de nuevo la vida te brindó la vida, y de nuevo tu esperanza se tiñó de verde. Porque ese era el día: "EL DÍA MENOS PENSADO", fue tu día, el mejor de los días.

Nos vemos y nos leemos pronto.

martes, 18 de junio de 2013

LA VIDA REPARTE CARTAS

  Llegué comenzado el mes de abril una noche todavía fría. Creo que fui sigilosa, o eso pretendí. Me recibieron con lágrimas de alegría, risas y besos que pusieron en mi frente nada más aparecer.   Fui primera, esperada y deseada, y siempre me he sentido así. Ocupé mi sitio, y ella, la Vida, me dió un lugar en su mesa donde me siento afortunada y especial. 

 Ella, la Vida, repartió mis cartas, altanera y retadora, y las que me tocaron han sido buenas, o así las reconozco.
 A veces, ella, la Vida, me asigna una mano que me hace esclava de sus requiebros y caprichos, pero entonces con un farol de optimismo le hago una verónica cual Manolete, y la dejo con las ganas.
 Otras veces, ella, la Vida, me empuja y me tira la mano al suelo esperando que no pueda levantarme, y sola, me encuentro caída buscando mis cartas; pero ella no sabe que tengo muchos corazones que en cuanto me tocan recobro mi sitio en la mesa.
 Cuando, ella, la Vida, me ve tranquila y sosegada me lanza las cartas a la cara como cuando al mago se le escapan de las manos; y las picas, los diamantes y los rombos me hacen heridas que me cuestan sanar, pero que sano.
 También, ella, la Vida, me pone, impertinente, en el filo de la duda y me da a elegir: "vas o pasas", y a veces juego las cartas que tengo y a veces no; a veces gano la partida y a veces no.
 Hay días que, ella, la Vida, me da la mano siniestra y me tumba y me llueve y se ríe mirándome tirada en el suelo, pero yo me revuelvo e irónica le digo: "los días malos no son eternos, estúpida", y en cuanto puedo ocupo mi posición en la mesa, para seguir jugando.
 Cuando, ella, la Vida, se siente buena, me busca para que yo dé las cartas y entonces me doy; y todo lo que va en una dirección fluye hacia la mía y viceversa, y la mesa es un ir y venir de sonrisas pues éstas son muy contagiosas.

 Y otras veces, ella, la Vida, reparte cartas, y me dice al oído: "eres el cambio que has estado esperando" y entonces, sé, intuyo que soy yo la que puedo ganar el juego.

Hasta el final todo es posible, así que no desfallezco.
Nos vemos y nos leemos pronto.


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